14.9.07

Rituales

Con la laptop en la mesada de la cocina, y mientras se asan las berenjenas y se maceran los keppe para la cena con amigos, dejo caer un post en este día de cumpleaños. Se trata de compartir un cuento, uno de Cortazar, La noche boca arriba. Sin exagerar, creo que desde el 89 o el 90 cumplo en regalarme la lectura de este relato en el día de mi cumpleaños. Considerando el tiempo transcurrido, lo he leído casi veinte veces. No quiero explayarme en el por qué me gusta tanto (porque sí?) o por qué la lectura de este relato cada 14/9 se ha convertido en un ritual impostergable y esperado. Junto al Annais Annais de Cacharel que recibo cada año de mi querido amigo R., La noche boca arriba es parte de esta constelación misteriosa de fuerzas que sólo se da una vez al año. El mismo cuento en el mismo sitio. Un ingrediente más del caldero. Una estaca clavada para recordar el paso por un lugar sagrado. Es una manera muy mía de atarme un pañuelo en el dedo. Una forma de hacerme acordar -por las dudas- de que por mucho que me tiente la fantasía plácida de pensar que el destino pueda ser un encadenamiento accidental de sucesos más o menos elegidos, no soy otra cosa que una ofrenda de guerra, un cuerpo maniatado por el destino, una prisionera que ya tiene su corazón prometido a los dioses desde el mismo día de su nacimiento. Alrededor de algunos otros extraños regalos -venidos del pasado- que recibí en este día, podría escribir una novela. (De hecho, ahora que lo pienso, algo de eso hay). Son regalos de las hadas. Es decir, no son del todo regalos; son pistas, retos y talismanes a la vez. No voy a desperdiciarlos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué buen post! Una joyita. Impecable.

No tengo tiempo ahora de leer el cuento, pero lo haré. De todos modos, esos son rituales personales, no me dirá lo mismo a mí que a tí, seguramente. Pero tu elaboración del asunto, tu "Rituales" sí me dice mucho.

Por cierto, hoy de noche no tendré más remedio que gritar: "¡Viva México!". Eso es parte de mis rituales. Sé que quedará extraño, ja ja (por suerte Ana, Carlitos, Guzmán y un mexicanito duende no me tirarán con un zapato)

Eleuterio dijo...

Yo tengo millones de rituales insignificantes: digo en voz baja "Deus Sabaoth" cada vez que dejo en tierra o suelto algo muy pesado que estaba sosteniendo, tengo un orden muy preciso para enjabonarme en la ducha que NUNCA altero, me maquillo siempre en el mismo orden antes de cada función, etc.

VESNA KOSTELIĆ dijo...

Muy interesante, Eleuterio. Podríamos armar un frasquito en el blog llamado así, Rituales y hacer, directamente, un club! Esas pequeñas manías que sostienen nuestra existencia me hacen acordar al Caballero Inexistente de Calvino, ese que creía que existía -pero no- solamente porque comprobaba la repetición de actos voluntarios mínimos que verificaban su presencia. En cambio, tenía un escudero que existía y no lo sabía, entonces creía ser todo aquello que miraba: si veía una pera, creía ser pera, si veía un árbol, creía que era árbol. Me parece que todos somos un poco Caballeros inexistentes y Escuderos confundidos de nosotros mismos.

Anónimo dijo...

Ese Eleuterio se las trae! Me encanta la gente con manías que no tiene ningún pudor de adoptarlas como mascotas y pasear con ellas a la luz del día, acariciándolas.

Cecilia dijo...

Rituales, de eso soy una reina. tengo tantos pero poco a poco he aprendido a convivir con ellos(un poco a las patadas otras más amigablemente).

Me he dado una vuelta por tu blog y la verdad me ha puesto de punta todos los sentidos.
Felicidades