25.9.07

Diagnóstico

Hoy desperté con dolor de cabeza y así seguí todo el día, transportando ese dolor. Un dolor insistente y tozudo, implacable. Traté con paracetamol y después con algo más fuerte, pero no resultó. Miles de pinchacitos en las sienes siguieron molestándome y la luminosidad de este día de primavera me hizo arder los ojos. ¿Será el dolor de haberme puesto a trabajar? No digo a escribir, digo a trabajar en algo real y concreto, con divisas por delante, ni siquiera muy deseadas. Es que estuve dos o tres horas revisando un sitio de internet y un plan de comunicación X, poniendo en juego esa parte de mi cerebro adormecida por el año sabático. Esa parte que no deseaba despertar todavía, que estaba bien donde estaba, hibernando, dejando soñar a la otra parte, la que está incrustada en el alma y vive feliz en la punta de mis dedos. Paradójicamente, recién, de noche, mientras me regodeaba en un ejercicio chiquito y divertido para el taller de escritura, me descubrí sin más dolor. Eso fue hace un rato. Aunque estoy agotada, escribir un poco me aflojó las mandíbulas y me suavizó la espalda. Dedicarme a pergeñar esos tres retacitos de literatura trivial y lúdica, resultó el analgésico más fuerte. Escribir me cura; la escritura me lame las heridas como el perro de un mendigo. ¿Y si este año sabático hubiese inoculado en mí una especie de anticuerpo al trabajo? ¿Y si el volver a trabajar en mi profesión seria y oficial antes de lo planeado encendiera dentro de mí el relojito indolente de una bomba de tiempo? Hoy estoy cercada por el terrorismo de la realidad.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo se hubiera divertido Levrero con tus síntomas! '

Sin embargo, él tenía la ventaja de no sentir LA MENOR CULPA por no trabajar. Pienso que a tu alter ego (no a la escritora: a la de la cédula) le vendría bien asumir dosis prudente, incluso homeopáticas, de trabajo remunerado, para así apropiarse cien por ciento de su tiempo de ocio literario (en el sentido de contemplación para la creación: de que escribís, me queda claro que escribís, que no tenés ninguna excusa para no escribir, como mucha gente que se disculpa o pide situaciones ideales)

La resistencia (el síntoma) puede venir frente a una imagen interna del trabajo como algo absoluto, negador de otras partes, el peligro del workaholic que se va a olvidar de la escritura. No, no será así, siempre que elijas modelos de trabajo más acordes y en pequeñísimas dosis para mantener el pie en la cancha y generar algunos patacones expiatorios.

VESNA KOSTELIĆ dijo...

Ajá, en principio, querida Sor Juana, no se bien todavía cual tendencia seguir: si la de trabajar el camino de la NO CULPA, o la de las DOSIS HOMEOPÁTICAS. Por el momento, me dedico a aquella otra, la de Juana FLores, que recomienda "trabajar el neutro".

Fernanda Trías dijo...

Pienso que lo mejor es trabajar la no culpa primero, esa no culpa es necesario trabajarla antes que nada, e independientemente de lo que decidas hacer después. Hacer las paces es liberador, aunque uno decida después lanzarse al camino de las dosis homeopáticas. A veces el camino de las dos homeopáticas es el único posible, por razones económicas y por que hay que sobrevivir y no no hay otra solución, pero lo ideal sería que uno opte por ese camino no por la CULPA sino por otras razones.

VESNA KOSTELIĆ dijo...

Es ciertolo que decís, Fernanda, fundamental. Sin embargo, empecé este ultimo año 2006/07 con culpa por no haber generado ni un cobre para la familia, y lo estoy terminando con la culpa revertida; la que me da cuando pienso que soy infiel a mi esencia, a aquello que me hace sentir realmente en paz conmigo misma, eso es, escribir. Yo tolero mi existencia por esa vocación, ese destino, ese inmenso placer.
Creo que, en gran parte, nuestra alma es educada por la necesidad de supervivencia. El que a mí me guste lo que hago para ganarme la vida, o el tener tantos "otros talentos" alternativos es parte de esa educación para la sobrevivencia. El saberlo me hace bien, aunque me duela. Por eso, a veces no es la culpa, solamente. Es el tener los ojos tan abiertos.

Gianina Casella dijo...

Genial. Excelente!

Cecilia dijo...

(Soy Kequel aprendiendo a asumir la propia identidad)
Yo no siento la menor culpa por no trabajar.Las veces que he dejado de hacerlo fueron opciones a las que rotulé "en función del bienestar mental" y vivi mis años sabáticos plenamente.
Lo que si me impactó de tu relato y que admiro en la gente es hacer algo con inmenso placer que te hace sentir en paz contigo misma.
No es para cualquiera. A mi nunca me ha pasado.

Cecilia dijo...

Vesna para mi e un honor que pongas mi link en tu blog.
Yo quiero agregar el tuyo, pero como soy una torpe cibernética de maravilla, pasaré unos días tocando cosas hasta dar con la tecla indicada.
Gracias, muchas gracias por tus comentarios.
Viva la república de Malvín.