3.9.07

Raro

Para poder escribir lo que realmente necesito, debería usar al artilugio de la escritura automática. Así, tal vez, podría salir esto que tengo en la punta de los dedos y que no se anima o no se atreve a asomarse del todo. Debería, por ejemplo, dejar de pensar en la correcta puntuación, porque hay cosas que parece que no tienen necesariamente punto final o coma o punto y coma. Como tu vida. Lo que pasa es que los que escribimos de manera habitual o mercenaria u organizada a veces olvidamos el valor de la escritura casual, la que no tiene botón de salida en la punta de los dedos, la que sale disléxica y vigorosa, cubiertas las palabras de un barro tibio y pegajoso como el jugo amniótico de un recién nacido. Y, claro, como la tela de una araña. Pero se ve que no me sale, porque todavía no te veo en estas líneas, tal vez en las entrelíneas aparezcas de todos modos, si me animo a dejar la frase, como una puerta abierta Tu vida, la que no tiene punto final. Cuando te conocí, ya te habías ido. Y sin embargo llegamos a conocernos, de una manera extraña pero verdadera. Hace casi veinte años, yo te había estado esperando en la esquina de Riobamba y Corrientes, algunas veces; otras, en la librería de viejo de la calle Paraná, también en el bar Astral y las menos, en el Pernambuco. No te ví llegar; o sí, pero como yo misma no sabía que te estaba esperando, por ahí me distraje con el ruido y la velocidad. Yo misma no sabía que esperaba ni qué esperaba; nomás daba vueltas por los mismos lugares como un perro que ha perdido su hueso, lavadas las pistas después de la lluvia y se vuelve loco haciendo huecos aquí y allá. Y vos, seguramente, no te sentías esperado por mí, entonces pasabas de largo, lógico. (Aunque te confieso que, alguna vez, no sé si lo soñé o realmente sucedió, te recuerdo o te imagino caminando lentamente por las mismas veredas, con una bolsa blanca de plástico en la mano). En cambio, en aquel momento, llegaron otros, que me veían esperando y se hacían los esperados. Pero eran falsos esperados, eran otros. Des-esperados. Te sonará raro -aunque tal vez no- pero me alegra haberte conocido así, detrás de la frontera de lo físico, así no hay confusiones, ni dolor, ni mitos de los cuales no hubiera podido despegarme con facilidad (me conozco). Lo que todavía no logro entender es el sentido profundo de la molestia que te has tomado conmigo. Como cuando alguien a quien no conocés bien, te hace un regalo único, insólito, algo que estabas necesitando con locura y, recién ahí -por el asombro del magnífico regalo- te das cuenta de que esa persona te estima y que tenés una relación con ella. El día que decidiste partir (el otro día, por el incidente de la bolsita roja para tu gran amiga me dí cuenta que lo tenías decidido), fui convocada al lugar físico de tu partida, no por un nacimiento, sino por dos. Vaya. Luego, después de desmadejar el ovillo tibio de la maternidad, yo ya estaba lista para ver. El artilugio de la estampita en la puerta de mi casa, luego el incidente violento de la paloma y, sobre todo, el poner en mi mano la punta bruja del hilo de Ariadna fue todo muy sagaz de tu parte. Imposible perder el rumbo. La semana pasada yo cumplí un año de araña tejedora. Por eso, el viernes, aunque me sintiera un poco en el borde de las cosas, sin saber qué clase de tela estoy tejiendo (las arañas serán ciegas?) sabía que tenía que estar presente. Por eso, también, tejo estas palabras en medio de la noche; (ja, sería magnífico que con un enter pudieras recibirlas). Quién sabe. Y pido disculpas si yo no tengo aquí dentro un lugar preparado para la palabra homenaje; sí tengo otra palabra que sirve: gracias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no sé si es la mejor puntuación pero tocó algo de mi alma y con eso basta. me dan ganas de contar ese encuentro mágico con la araña, con esa búsqueda de uno mismo que al fin y al cabo es lo único que tiene sentido. Gracias a vos vesnita.

Juana

Anónimo dijo...

Proba escribir a alvartot@adinet.com.uy: te va a rebotar con un mensaje de error del sistema, pero es mentira. El los sigue recibiendo...

Creo que te perdonaría el uso de la segunda persona. Los homenajes son así. Y el tipo sigue siendo la piedra en el charco, convocando con sus ondas... por eso existe una Levrero´s Tribe, porque no es necesario haberlo conocido personalmente, en este mundo físico de 3D. Estás entretejida. Fue solo cuestión de coordenadas.

Y qué lindo que la araña esté viva, en ti, en Juana Flores, en Morgana: ha rebasado el escondrijo de sus mails para empezar a convertirse en un símbolo...

VESNA KOSTELIĆ dijo...

Recién ahora te leo, Juana. Y, sí, habrá que seguir tejiendo, aunque no sea la delicada tela de una araña, sino la bufanda interminable de Penélope! (No, Cruz, la otra, ja). Besos y gracias a vos por los comentarios, se siente muy bien recibirlos.