1.7.08

Berlinesas I

Llegamos ayer. El aire estival nos abrazó al bajar del avión. Eramos una montaña de ropa de invierno colgada e inservible. Mi suegro nos buscó en el aeropuerto para dejarnos el auto pero huyó antes de que lográramos invitarlo a almorzar. (Es buena persona, pero sus pocas emociones se expresan de manera fugaz: cuando voy a darle un beso él ya sacó la cara y me quedo besando el aire; cuando mi mano va a dar el apretón él ya quitó la suya y quedo con la mano extendida como pidiendo limosna. Mi suegro es un fast-emotion guy. En el trayecto Madrid-Berlin hubo un incidente muy europeo. Delante de nosotros había una pareja de niños afrodescendientes muy simpáticos; ella de cinco y él de no más de ocho. Terminaron jugando con Tino. Los niños viajaban solos, con un cartelón colgado del cuello. La azafata españolísima ubicó entre ellos a otro joven de catorce, que viajaba con sus padres. Ante nuestro pedido de que no separara a los hermanitos y de mala gana, la azafata sacó al chico blanco de en medio y lo sentó en el asiento de al lado. En el aire presurizado flotaba un olor a sobaco impresionante. Lo primero que pensé -conociendo el paño- es “algún gallego o algún alemán no se bañó esta mañana”. Parece que la azafata de Iberia, entre otros, pensó otra cosa porque al rato vino y le dijo al adolescente blanco: “Shielo, si te molesta estar aquí sentado, te puedo buscar otro shitio”. Bienvenidos a Europa, la pura.

1 comentario:

Fernanda Trías dijo...

¡¡qué horror!!
no puedo creer... o sí, vivo acá :(