9.7.08

Berlinesas V

Hace años sueño con visitar el museo Pergamon de Berlín. Ayer, con la venia de los dioses, mi amiga K. y yo cruzamos el puente hacia la isla de los Museos y nos perdimos por cuatro horas en la muestra Babylon, Mith and Truth. Ya en la entrada, el altar de Pergamon y los frisos de la puerta de Ishtar te quitan el aliento. Parte del recorrido revela el mito de Nabucodonosor, el rey más cruel de Babilonia y el paralelismo de su destino con el de quien se autodenominara su heredero, Sadamm Hussein. En una sala hay una performance hecha con aquellas famosas tapas de los diarios del día que lo atraparon (imágenes rasgadas con brillantina y pegadas al paspartú que las sostiene con el semen del artista!). Según la leyenda, el profeta Daniel había anunciado la ruina del monarca y la destrucción del reino debido al pecado y la infidelidad de Babilonia. Paradójicamente, la profecía se ha cumplido para ambos Nabucodonosores quienes terminaron en un agujero del desierto, con la barba larga y mugrienta y comiendo alimañas. De hecho, las fotos de los diarios y los cuadros de Durero se parecen bastante. Y el rostro de los Nabucodonosores inspiran en uno y otro caso, un miedo y una piedad irracionales. El tono modulado de un guía Ignacio en los auriculares me llevó a la siguiente sala. Su voz nos recordaba también que uno de los nombres de New York es The new Babylon. Luego pasamos a una sala dedicada a la torre de Babel y la megalomanía humana expresada en las grandes torres de la era moderna: Eiffel, la torre de Tokio, el edificio Chrysler y otras que no conozco... Luego, imágenes apocalípticas de la destrucción de la torre en el imaginario de pintores y artistas. Fascinadas, mi amiga y yo dimos la vuelta alrededor del lugar, nos pusimos a mirar detrás de las mamparas de yeso pensando que si no estaban en la sala de las torres era porque seguramente les habrían dedicado una sala individual, pero no: aunque los curadores de la muestra decidieron mostrar a Sadamm como el monstruo Nabucodonosor, a New York como la nueva Babilonia y a las torres del siglo XX como sucesoras de la primera y derribada Babel, no hay una sola referencia a las Torres Gemelas. No es increíble? Semejante esfuerzo de producción en todo lo demás y al final te tratan de estúpida. Igual, todo el resto -las reliquias, el mito de Semiramis, el código de Hamurabi, el poema de Gilgamesh- justifican con creces la visita. La muestra del Pergamon termina con uno de los mitos clásicos, el de la confusión de lenguas. Al pasar por esta última sala no pude dejar de sonreír de costado asociando lo que estaba viendo con mi agobiante semestre laboral y pensando especialmente en mi socia que ahora mismo y del otro lado del océano, termina con las traducciones de un sitio web. Se trata de una performance en la cual el artista Timm Ulrich hace la siguiente demostración de confusión de lenguas: él toma un texto inicial en alemán sobre la definición de la palabra traducción y va traduciendo este texto de un idioma a otro pasando por 52 traductores oficiales en distintas lenguas (!!) hasta volver al alemán. El resultado es paradigmático: un texto coherente, pero con un significado completamente diferente y opuesto! Tip del primer mundo. Ya no solo se trata del uso intensivo de bicicletas, el vegetarianismo militante o el riguroso reciclaje de la basura en tres bolsitas diferentes. Los berlineses son gente que está en la vanguardia Bio. Bio es una de las palabras que más aparece en las calles de Berlin: Bio verduras, Bio bebidas -soda, jugos, café-, restaurantes que ofrecen Bio-breakfast. Hay Bio Cosmética, Moda Bio Textil, Bio farmacias. Hay pequeños y grandes almacenes en cada barrio –y hasta ví un supermercado enorme- con una oferta exclusiva para quienes eligen el bio consumo. Todo se ve sano, natural, intocado por la mano de la producción masiva. También, hay que decirlo, los precios Bio son más caros. Con todo lo bueno y progre de ser tan sano, está visto que mi tercermundismo endémico no me permite disfrutar del todo la onda verde. El yogur sin esencia de vainilla me parece agrio y con sabor a levadura, las barras de cereal sin azúcar agregada se estiran –y saben- como chicle usado, el café sin torrar ni tostar es flojito y anodino, el biovino es como vino reducido con agua. Me da vergüencita confesarlo en medio de tanta salud, pero definitivamente hay un gen dentro de mí decidido a suicidarse en un mar de aromatizantes, tinturas y conservantes.

2 comentarios:

Selva dijo...

vésnita, empece por berlinesas V, me divierto tanto leyendote, como si te escuchara.
gracias por la visita al museo. q moderna la propuesta del 'traductor'
mañana me leo mas pero para atras.
estas en skype? yo soy selva zabro. ;))

Anónimo dijo...

Pero qué emoción, mi amiga recuerda las tribulaciones de su socia en pleno mágico Bio Berlín! (mejor ni leas mi Twitter: verás que he estado luchando contra el león de Nemea y la hidra de Lernos, pero parece que ya terminó el (mayor) suplicio!)
Como siempre, un placer estas Berlinesas, ojalá de tiempo para más...
Un beso grande, te escribo luego con las novedades, que ahora son promisorias
G.