30.8.08

Maestro de vuelo

"El vértigo había desaparecido. Sentí una embriaguez especial, una sensación no malsana de poder y de dicha. Subía hasta alturas increíbles y luego me dejaba caer, planeando suavemente, con las alas extendidas; y aunque cerraba los ojos -y podía jugar con esto- no corría riesgo de estrellarme porque tenía una idea precisa del recorrido que hacía, y del lugar exacto en que me encontraba a cada instante; y me dejaba guiar en mi vuelo por impulsos arbitrarios y extraños, y sentía que, de algún modo, estaba trazando en el cielo un dibujo coherente y estético. Y descubrí algo más: que estaba descansando. Por primera vez en siglos sentía que el descanso se extendía por los músculos y la mente; sentí que esta era mi forma natural de descansar. (...) -He desperdiciado mi vuelo- me digo; recién ahora sospecho que pude haber aprovechado mejor el tiempo, pero no quiero sentirme culpable; después de todo, es un descanso que necesitaba en forma imperiosa. Y ya, ahora, las cosas no podrán ser del mismo modo; ahora sé que, pase lo que pase durante el día, tendré para mí toda la noche". Mario Levrero, "París", Buenos Aires, 1979 Salud, Maestro al que no conocí. Levanto la copa, en la noche impar, las palabras vagando en la página en blanco, las alas estiradas otra vez, muy por tu culpa también, que no me olvido.

24.8.08

Canciones para salir a flote

El masaje de las letras en la yema de los dedos. El fuego encendido. La gata que se prolonga en el sofá; su breve organismo dormido y atento. La casa, que hace silencio para dejar hablar a la noche. Cruje la estufa su respiración de fuego. Un ronquido distante conduce al dormidor a su cuna sin recuerdos. Queda atrapado un pedazo de viento en las sábanas hinchadas de intemperie. La oscuridad se acumula sin destino de amanecer. La noche insomne se embaraza de historias. Escribir, como respirar hondo. Buscar un ritmo en ese jadeo de palabras que entran y salen de los pulmones de la mente. Los olores duermen, apenas el humo del cigarro está despierto. Los dedos se abandonan densos sobre el teclado, se alargan hurgando esa otra musculatura transversal arraigada en el inconciente. Tal vez así, en esta especie de ejercicio ciego y automático se tense el músculo atrofiado de mi alma. Se fatiga a mi lado una vela. A lo lejos, el mar, que no necesita de nadie y sin embargo, espera. ** Alguien envenenó a Platero. Si encuentran al cretino, díganle que falló. Que no hay forma de matar aquello que se ha amado hasta la locura. ** Un poco por probar voy a seguir buscándote en estas líneas. Así, puestas una al lado de la otra, forman un lazo que te tiro. Pero la cuerda se balancea, frígida y húmeda sobre el acantilado. No hay nadie que la agarre, ni siquiera por jugar; no hay quien quiera ser salvado. Tu reposo me deja sin consuelo. Tu libertad se desentiende de mí. Me dice que debo buscarte en otros lados, tal vez en otros abismos u otros cielos; los rostros todavía desconocidos que alguna vez me devolverán el amparo de tu mirada. ** Las vacas del mar han iniciado su temporada de pastoreo. Estoy aquí, inmóvil en el desamparo de mi cuarto pero navego con ellas. Me prendo a la aleta de plata de una enorme reina vaca, su tenso vientre se sumerge y me hundo. Las rocas gritan su coro de espuma. De las ubres de esta antigua especie me alimento de canciones hechas para salir a flote.

17.8.08

Dedos

Me preguntaron por qué no escribo en el blog desde hace semanas. Es que a veces mis dedos se quedan mudos. Ni yo se qué piensan cuando se ponen así.