17.10.12

El sueño, el perro y la canción

En el sueño, un perro casi azul de tan negro y grande como un lobo se acercó.
Traía una soga o correa en las fauces y la puso a mis pies, sobre la arena. Primero me observó. Sus ojos brillantes y cansados, casi humanos me recordaron a alguien que conocí hace algún tiempo.
Me costaba sostenerle la mirada.
El animal me habló:  "Dejame libre", dijo, "lo prometiste". Asentí con la cabeza; aunque no recordaba a qué se refería exactamente, sabía que estaba diciendo la verdad. 

No se movió. Cuando me agaché para tomar la correa, su aliento en la mejilla me trajo aromas viejos, orgánicos; el del pan recién hecho, la brisa que entra por la ventana en verano, la sal marina y el marisco. Cada cual se fue por su lado. No miré para atrás pero supuse que caminó por la playa hasta perderse en el extremo de la bahía que da a Punta Gorda, más allá de las piedras.
Yo subí la escalera y me fui. Después de un rato de cargarla, tiré la correa en el primer contenedor de basura.