8.11.14

Vivos los queremos, porque vivos estamos

  Peatonal Sarandí, Montevideo


La sensación que me provoca es amargamente familiar. Recorro las fotos de los carteles que los manifestantes de #43x43 enarbolan en estos días en su marcha de Iguala al D.F. para exigir justicia. Aparición con vida dicen las pancartas todavía después –o justamente, más que nunca, después- de la conferencia de prensa de la procuraduría que muestra las horrorosas evidencias del casi seguro pero parece que muy difícil de probar destino de los 43 muchachos de #ayotzinapa. Los desaparecieron.


Las familias de los estudiantes y los activistas insisten: #AparicionConVida. Si uno recorre las redes no es poca la gente que corrige el estatus ajeno con, total que ya se sabe que están todos muertos y algún diario local elige incluso informar sobre la “tragedia” en la que “los familiares se niegan a creer” hasta que haya pruebas. 

#AparicionConVida es un hashtag que conocemos muy bien en nuestra línea de tiempo de historia reciente en la que se ocuparon de desaparecer a generaciones enteras de jóvenes. Decenas de miles de desaparecidos en el marco del Plan Cóndor en América del Sur, 30 mil solo en Argentina, 45 mil en Guatemala, primer país en el que la desaparición forzada se empezó a usar como herramienta para aterrorizar a la población.

A diferencia del asesinato la desaparición forzada es un crimen  que supone la participación del Estado, el ocultamiento, la continuidad del delito y el sufrimiento. Un cuchillo que se sigue clavando en la espalda de la víctima que no está muerta, está desaparecida. La desaparición forzada no prescribe; el crimen no acaba hasta que no se conoce la verdad. El delito de desaparición forzada viola los derechos de las víctimas pero también de los familiares, los amigos, y no solo el derecho a la vida; el derecho a la justicia, a la identidad, a la reparación.

Hace treinta años, el reclamo absurdo de Aparición con Vida de unas viejas locas con pañuelo que caminaban de manera circular e interminable alrededor de una pirámide, enfureció a los militares de la dictadura argentina. Muchas también desaparecieron. Hoy son ellos quienes están tras las rejas.

Vivos los queremos es la trampa de la sociedad a la impunidad. Vivos los queremos cambia la lógica de las cosas y nos mantiene de pie y no llorando en los altares de resignación de los muertos, en donde somos tan fáciles de tratar.

Aparición con vida es el enroque de la sociedad al Estado para exigir, por ley, justicia y verdad por más absurda que pueda parecer la correlación de fuerzas. Es la única garantía de no repetición. Para los 43 militantes de Ayotzinapa, para los miles de desaparecidos en México y por todos nosotros. Porque sin aparición con vida, no hay nunca más.

Leo en los diarios que en muchos países se organizan en estos días manifestaciones en solidaridad por los muchachos de Ayotzinapa y los miles de desaparecidos en México.

Se los llevaron porque estaban vivos. ¿Lo estamos también nosotros?