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5.10.09
Duerme Negrita

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3.6.09
Gato encerrado
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23.5.08
El tiempo relativo
Llego y me hundo en el sofá colorado. El cuero muge manso y frío de ausencia. La sala, muda. Murmura en otra parte la vida. Hay una noche que para otros empieza y para mí acaba.
Cruzo las piernas, espero el sueño en una posición transitoria. Sin televisor. Sin libro. Sin más pensamiento que el que alumbra encendido en los objetos.
La gata Menta pasa debajo de la suela de mi zapato. Va y viene, va y viene. Inventa una caricia solamente posible por la inercia de mi pie colgado.
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17.5.08
Una soga
No se trata de un acontecimiento nomás, sino de la suma o yuxtaposición de imágenes y momentos vistos, unos, y otros intuidos debajo de la piel del día. Resulta que, de pronto, apareció la soga cayendo desde lo alto, y vaya si seré despistada que, oia, recién entonces caí en la cuenta de que lo que había a mi alrededor eran las paredes negras de un agujero, que estaba atascada y que esa soga era para mí. Todo al mismo tiempo.
Así hacemos algunos a veces para poder seguir: más o menos negamos todo hasta que sabemos que la salida está cerca, entonces se nos superpone el miedo de la caida, la angustia del pozo y la alegría desmesurada de la soga que nos está rescatando. Funciona. Con contraindicaciones, pero funciona.
No viene al caso hablar del pozo. Trataré más bien de recapitular la suma de pequeñeces que sincronizaron su aparición para corporizar la soga de la cual, no de inmediato pero finalmente con firmeza, me aferré hoy durante la tarde, y empecé a subir.
Lo primero fue su mano diciendo adiós desde la silla de ruedas, dejándose rodar en la silla plateada pero más sentada que nunca en su sonrisa de diabla vieja; verla desaparecer detrás de las mamparas grises; quedarme enfocando su ausencia hasta hacer foco más acá, con la mirada borrosa, sobre el grito luminoso que había en la pared: "Miracle. Está en tus manos”.
Fue volver manejando de Carrasco sabiendo que podía llegar a dormirme en un semáforo en rojo, pero que la frase del espejo rebotaba en mi cabeza como las esferas de lata de un despertador.
Fue un reencuentro imposible con quien yo fui alguna vez, a través de una canción de gigantes y de amores de diferentes tamaños, un recuerdo indispensable que llegó sin que lo llame.
Fue la remota tibieza del deber cumplido, al menos en parte, después de mucho tiempo de deudas; una tregua para la conciencia atosigada por obligaciones que no deberían pinchar de puro pinches que son, falsas delicatessen de la realidad que son unasco y sin embargo, yo me trago sin chistar.
Fue lo que una de ellas dijo luego de reír en el teléfono y la otra, a la vez, en un correo: vas a volver a estar alegre.
Fue la gata Menta husmeando el colchón vacío en la habitación que hoy volvió a convertirse en mi habitación.
Fue palpar mi presencia en la soledad de la casa, mi presencia ociosa, recostada e insomne.
Fue darme ese recreo hasta para no extrañar, hasta para no necesitar y no esperar el regreso de los marineros.
Fue este diálogo con mi hijo que me hizo sonreír en la oscuridad y me quitó todo el miedo:
-Ma, otro cuento, me hacés? Uno con la boca?
-No, muac; dormite de una buena vez, que sueñes con los angelitos.
-Bueno.
-…
-Ma?
-…Hum?
-…Qué es un angelito?
-…
-Maa?..
-...Es un espíritu que está siempre con vos para que no te pase nada malo.
-Bueno?
-Sí!
-Blanco?
-Y... sí, blanco puede ser.
-…Un fantasma!
-…
-Mami?
-…Qué pasa?
-Puedo dormir en tu cama?
-No.
-Entonces sacame de acá al angelito ese.
Y ahí fue que me aferré a la soga.
Y me dí cuenta de que todas las noches podrían ser más o menos como esta.
Por ahí es cierto que hay quienes somos como el gigante aquel que al final descubrió que la única compañía a su medida era su gigantesca y bienamada soledad.
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1.2.08
2008 RELOADED
Durante los infinitos brindis de despedida del año viejo y bienvenida del nuevo se repitió la típica advertencia de “A los ojos, a los ojos!”. Pero esta vez, en vez de la explicación de “Brindemos mirándonos a los ojos o vendrán 7 años de mal sexo” (“Oh, no! Otros siete años!”, vociferan algunos) aggiornamos el dicho a la medida de una amenaza más temida (ya que en la otra o no creemos o nos hemos resignamos):
“A los ojos, a los ojos o… 7 años sin conexión a Internet!”.
El nuevo brindis, más contemporáneo, surtió su efecto sin excepción y las copas chocaron prestas, sostenidas por miradas de ojos de huevo ante la temible, impronunciable, apocalíptica amenaza.
Se ve que yo debo haber mirado para abajo, sin querer, durante algún brindis porque es el primer post que logro colgar en mes y medio. Al contrario, y para no perder el pulso, tuve el aliento necesario para anotar cada día algunas frases sueltas, pensamientos a medio camino y, sobre todo, docenas de sueños que, durante el mes de enero brotaron cada madrugada como hongos después de la lluvia. Sueños floridos, surgidos sin duda de la mente descansada, el cerebro relajado y el buen vivir.
Vamos a dejar que los sueños escampen en su cuaderno de tapas verdes y, en cambio, voy a transcribir para Crónicas de la Cebolla algunas anotaciones sueltas de enero. Todo muy estival, silvestre, suelto de ropas, como para empezar bien el año de la Rata que carga, por lo demás, con la bendición o la condena de no ser más un año sabático.
I – Algunos sms navideños
-¿Qué tal si además de proteger a tanta cosa importante también protegemos la alegría?A y C
-Soy V. quería preguntarte cuál es la receta de esa ensalada de papa y cebolla que tú haces.Feliz navidad. V.
-Hola, feliz Navidad! ¿Me das la receta de la ensalada de papa de tu abuela? P.
-¿Qué más llevaba la ensalada de papa tuya además de cebolla? I.
-Socorro! ¿Qué clase de cosa se supone que es el espíritu navideño? Mamá Noel.
-El Espíritu Navideño duerme la siesta y pronto querrá su mema… (Respuesta)
-Abrí un paquete del árbol y había un peludo de regalo. ¿Es esto normal? G.
II – Anotaciones silvestres
Una de la madrugada. Estoy en la cama con mi libro. Un sapito mínimo corre por mi cuarto. Verde oscuro, asustado. Lo veo pasar, sin ganas de levantarme para sacarlo. Aparece debajo de la cama y da la vuelta. Desaparece. A la segunda vuelta ya tiene la pelusa del cuarto pegada a las patas. A la tercera vuelta, parece un ser mitológico en miniatura, un batracio-yeti. Voy a levantarme a sacarlo. Le tiro un trapo por las dudas que me eche una meada. Meadita mínima. Abro la ventana y sacudo el trapo. Me acuesto. Parece que el sapito se quedó pegado al trapo porque pasa de nuevo, apenas logra saltar de tanta pelusa que arrastra.
….
En la casa de Solís hay tres lagartos que nos visitan a la una del mediodía (les pusimos Otelo, Kaos y Negriti). Vienen a pedir comida, restos del asado, frutas (el melón no les gusta, pero la sandía los saca de quicio). Dicen que no muerden. Hay además un búho de plumones blancos que se para en la antena a medianoche. Hay ratones de campo que aparecen y desaparecen en el borde del pasto cortado del terreno, dos gallinetas que parecen Thelma y Patti, las tías de los Simpson, varios mirlos, picaflores y algunos benteveos. Una noche R.vió algo que parecía un zorro o una comadreja. Y está la gata Menta, con su collar verde inglés y su medallita de plata con el teléfono, mirando a toda la fauna slvestre desde su altura de niña rica.
…
La gata Menta ha descubierto su lado salvaje. Nos trajo un ratón igualito a Ratatouille, varios cascarudos y una oruga fosforescente que le daba asco masticar.
…
La gata Menta atrapó a un colibrí que vino a libar distraído las Santa Ritas. Es intolerable verla atrapar a un bicho tan hermoso. Lo tuvo un tiempo atontado. Se sentó delante del moribundo como una efigie. Lo miraba aletear sin piedad y lo cacheteaba cada tanto. O lo hacía saltar medio muerto. Yo me fui para adentro para no sufrir ni coartar su naturaleza felina. Al rato, me había olvidado. Más tarde, debajo del quinotero, encontré abandonada una pelotita verde con un piquito.
…
De madrugada. Me levanto para ir al baño pero me distraigo con algo que se mueve en medio del terreno. Salgo sin hacer ruido. Un ser blanco. No es un perro. Hunde la cabeza en la hierba, husmea el pasto largo y se deja deglutir por el follaje. Se detiene. Me ha visto. Yo ya no lo veo. Diez metros entre el ser blanco y yo. Detrás de la oscuridad, intuyo sus ojos de infierno, de hielo. Ojos inocentes, sin domesticar. Peligrosos. Cierro la puerta y voy a hacer pis al baño. Ya no dormiré.
III- Decires de Tino (3 años y medio)
-Mamá, si estás de mal humor mandame a Malvín.
-Ma, ¿los Reyes viven con Papá Noel en una juguetería?
-Mamá, yo no quiero crecer.
-Y por qué no querés?
-…Porque voy a ser grande como vos y no voy a tener más ganas de jugar.
-Ma, ¿tú sos vieja o sos una niña que creció?
-Mamá, quiero un hermano… O puede ser un perro chico.
-¿Qué hacés, Tino?
-Estoy haciendo un cuento…
-¿Y qué dice ese cuento?
-“Había una vez un niño que estaba dibujando y vinieron a molestarlo…”
-Mamá, estoy cansado de descansar.
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