31.10.07
Acción de gracias
Hoy al mediodía, vagaba yo por la plaza Matriz haciendo tiempo entre dos compromisos que tenía. A las 12 en punto, sonaron las campanas de la Catedral. Algo dentro de mí debe haber sonado también porque tuve la imperiosa necesidad de entrar. Dejé la chuchería que estaba mirando en la mesa de antigüedades, crucé la calle y subí la escalinata. El altar mayor estaba a oscuras, pero a la derecha, en un altar más pequeño iluminado por falsos candelabros con lamparitas de bajo consumo, había un grupo de fieles escuchando misa. Tocaba el salmo. Me quedé acodada en una columna, de costado, casi como espiando.
Una mujer leía los versos, tenía algo más de sesenta años y el pelo completamente blanco; o era una monja de civil o bien podría haber sido una laica consagrada, vestida toda de gris y celeste. Leía las estrofas del salmo y el estribillo lo cantaban todos los fieles: "Yo confío en tu misericordia". No sé que salmo era el que leía, pero decía algo así como: "te agradezco Señor por haberme salvado de las garras de la muerte/ te agradezco por rodearme de amigos que me salvan de mis enemigos".
De alguna manera, al escuchar estos versos del salmo, encontré sentido a esa especie de llamado que había sentido unos minutos antes. Como si alguien me hubiera dicho: "vení un momentito nomás, que esto lo tenés que escuchar". O era lo que necesitaba escuchar en estos días, nada más, y estaba en el momento indicado y el lugar indicado. (Y ahora que escribo estas líneas y recibo a la vez un mensaje de R. contándome lo que me contó, me doy cuenta de que hay mucho más para agradecer; en principio, nada más y nada menos que vivir para contarla).
Cuando se acabó el salmo, vino el aleluia y después el cura se paró y leyó la parte esa donde dice que los últimos serán los primeros en entrar al reino de los cielos. Cuando el cura empezaba a dar el sermón, yo ya estaba de nuevo bajo cielo nublado de la plaza Matriz.
FRASQUITOS
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escritora, comunicadora social, amazona ad honorem, bruja como mi madre, pirata como mi padre.
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6 comentarios:
A veces nos olvidamos de lo mravilloso de estar vivos(yo la primera).
Con este relato confirmo y requete confirmo tu don de bruja!!!.
Me encantan tus historias, me hacen pasear contigo en estos días en que ando un poco encerrada.
Gracias Vesna por tus comentarios no sabes lo bien que me hacen.
Tú eres la que no tiene que dejar de escribir nunca!!
beso
cecilia(tu admiradora, tu fan)
Jaja, bueno, acepto lo de fan con doble sonrisa, considerando que sos la única y la primera que tengo y, sobre todo, que el fanatismo es mutuo.
Saludos Caci, asomá la cabeza afuera, dale, que Malvín brilla lustrado por la lluvia de ayer! Ah, Montevideo en primavera...
Yo, todavía no puedo creer esto de ir a comprar yerba al almacén de Carmelita y volver descalza, por la orilla. (Suelo contar esto a los míos, en la otra mejilla del Plata, para alimentar su malsana envidia...)
Exijo los divinos detalles acerca de la oportunidad de la visita a la iglesia y del salmo que escuchaste.
Y lo de sucitar la envidia ajena es un deporte encantador al que es difícil negarse...
Y lo de que Ceci es tu primera y única fan, ni madres! (lo siento, Kequel, está disputada)
Jaja, ojo chiquilinas... que soy porteña y ya saben como somos con los elogios, enseguida nos agradamos!
jaja, quise decir nos "agrandamos", pero el fallido, no es genial? jajaja...
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